martes, 31 de enero de 2012

¿Qué es el "fenómeno de Proust" de la memoria?

Seguro que en alguna ocasión has aspirado un olor y te has sentido "transportado" a un recuerdo de algo que sucedió hace mucho tiempo. Quizás el olor de pan recién hecho ha evocado en tu memoria con todo lujo de detalles una mañana desayunando en casa de tus abuelos, o el olor a tierra mojada te ha recordado alguna salida al campo con compañeros de la escuela. Estas conexiones entre el olfato y la memoria reciben el nombre de “fenómeno de Proust”, en honor a Marcel Proust, el escritor francés que idealizó los recuerdos evocados por una galleta mojada en té en su conocida novela A la recherche du temps perdu.

Ahora científicos holandeses de la Universidad de Utrecht han intentado encontrar las raíces de este fenómeno y han llegado a la conclusión de que los episodios que se asocian a un olor producen recuerdos mucho más vívidos que los asociados a cualquier otro estímulo, incluida la música. Según publican en la revista Cognition & Emotion, este efecto también es válido para recuerdos traumáticos de episodios desagradables, que se reviven en la memoria de manera más detallada e inquietante cuando se evocan asociados a un olor.



¿COMO SE CONSIGUE UNA MEMORIA ASOMBROSA?




Para el  mnemonista británico Dominic O’Brien, sufrir dislexia y trastorno por déficit de atención fue un estímulo para superarse. Tras una etapa escolar con dificultades de aprendizaje, en 1987, al cumplir los treinta, decidió iniciar un entrenamiento para mejorar la memoria tras ver a Creighton Carvello memorizar la secuencia de una baraja de 52 cartas en menos de tres minutos. Y terminó ganando en ocho ocasiones el campeonato mundial de memoria, además de crear sus propias reglas mnemotécnicas, que hoy enseña a niños y adultos.

En el libro Consigue una memoria asombrosa (Paidós, 2012), O’Brien comparte de forma muy práctica las técnicas que le han ayudado a tener una memoria excepcional. En sus páginas se incluyen quince ejercicios que trabajan aspectos específicos de la memoria y animan a practicar habilidades o repetir ciertos desafíos, que al lector pueden venirle bien tanto para "lucir" su memoria como para desenvolverse mejor en el día a día. Después de todo, O’Brien ha comprobado por sí mismo que una memoria potente y que funciona a pleno rendimiento no solo es un instrumento práctico que mejora la vida cotidiana, por ejemplo a la hora de hacer la compra, llamar a un conocido en su cumpleaños o encontrar las llaves. También aporta confianza y seguridad, ayuda a desenvolverse en contextos sociales, a dar un discurso o a rendir en el trabajo. Incluso a ser más creativos porque, como muestra el autor en su propuesta de entrenamiento, “para desarrollar la memoria se activan al máximo los recursos de la imaginación”.

Como concluye O’Brien, del mismo modo que los deportes ejercitan el cuerpo, aprender el orden de cincuenta y dos naipes (por inútil que pueda parecer) ejercita el cerebro. Y además cada vez hay pruebas más numerosas de que el entrenamiento de la memoria funcional aumenta “la inteligencia fluida, es decir, las funciones cerebrales que nos permiten pensar lateralmente para solucionar un problema sin ajustarnos necesariamente a patrones preestablecidos”.


¿DE QUÉ DEPENDE TENER BUENA O MALA MEMORIA?


¿Sueles perder las llaves? ¿A veces no recuerdas donde has aparcado el coche? La buena (o mala) memoria depende del estado de tu cerebro en cada momento, según un nuevo estudio de la Universidad de California Davis publicado en la revista PNAS.

Charan Ranganath y sus colegas analizaron el cerebro de varios estudiantes mientras se sometían a un test de memoria en el que debían recordar una serie de palabras vinculadas a determinados contextos. Concretamente, los investigadores midieron las ondas cerebrales llamadas theta, oscilaciones electromagnéticas del cerebro asociadas a la relajación, la creatividad, el aprendizaje y la formación de la memoria. Después se les preguntaba si habían visto una determinada palabra y en qué contexto. Así observaron que ondas theta altas antes de recordar algo estaban asociadas a mejores resultados. “El cerebro no está simplemente esperando a un estímulo externo para reaccionar, sino que está ocupado con su propia actividad interna”, concluye Ranganath. La cuestión ahora es averiguar si se puede "poner" voluntariamente el cerebro en un estado óptimo para la memoria. Si así fuera, la técnica no sólo ayudaría a estudiantes y profesionales a mejorar su rendimiento, sino que se podría usar para tratar problemas de memoria y amnesia.

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